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lunes, 12 de febrero de 2018

Las contradicciones filosóficas de la cosmovisión transgenero

Autor: Ryan T. Anderson 
Articulo original: The Philosophical Contradictions of the Transgender Worldview
Fecha: 1 de Febrero del 2018
El pensamiento de los transactivistas es inherentemente confuso y está lleno de contradicciones internas. Los activistas nunca reconocen esas contradicciones. En lugar de ello, aprovechan cualquier reivindicación que sea útil en un momento determinado. 

La gente dice que vivimos en una era postmoderna que ha rechazado la metafísica. Esto no es del todo cierto. Vivimos en una era posmoderna que promueve una metafísica alternativa. Tal y como explico en Cuando Harry se convirtió en Sally, en el seno del movimiento transgénero hay ideas radicales sobre los seres humanos – en particular, que las personas son lo que dicen ser, al margen de que haya pruebas que digan lo contrario. Un chico transgénero es un chico, no es meramente una chica que se identifica como chico. El porqué los activistas sostienen esto es comprensible. Un argumento a favor de las identidades transgénero será mucho más persuasivo si se refiere a lo que alguien es, y no simplemente a cómo se identifica. Y de esta manera la retórica del movimiento transgénero va derramando aseveraciones ontológicas: las personas son el género que prefieren ser. Esta es su reivindicación. 

Los transactivistas no admiten que esta reivindicación es de naturaleza metafísica. No quieren tener el debate a un nivel filosófico, por lo que la disfrazan de forma que parezca tener una base científcómo afecta esto al uso de medicamentos que tienen efectos distintos en machos y hembrasica y médica. Y han cooptado muchas asociaciones profesionales para su causa. Así, la Asociación Americana de Psicología, en un panfleto titulado “Respuestas a tus preguntas sobre lostransgénero, la identidad de género y la expresión de género” nos dice: “transgénero es un término paragüas para todas aquellas personas cuya identidad de género, expresión de género o comportamiento no se corresponde con el típicamente asociado al sexo que les fue asignado al nacer”. Atención al lenguaje politizado: el sexo de una persona es “asignado al nacer”. En 2005, incluso la Campaña por los Derechos Humanos en vez de esto decía “sexo de nacimiento” y “sexo físico”. 
La frase “sexo asignado al nacer” se está fomentando ahora porque ofrece espacio para establecer la “identidad de género” como la base real del sexo de una persona. En una prueba pericial para un tribunal del distrito federal de Carolina del Norte referida a H.B.2, la doctora Deanna Adkins declaró: “desde un punto de vista médico, el factor que determina apropiadamente el sexo es la identidad de género”. Cualquier otro método es mala ciencia, afirma: “es contrario a la ciencia médica usar los cromosomas, las hormonas, los órganos reproductivos internos, los genitales externos o las características sexuales secundarias para invalidar la identidad de género con el objetivo de clasificar a alguien como macho o hembra”. 

Esta es una afirmación notable, en particular porque hasta hace poco el argumento era que el género es solo un constructo social, mientras que el sexo es una realidad biológica. Ahora, los activistas afirman que la identidad de género es destino, mientras que el sexo biológico es lo que es un constructo social. 

Adkins no dice si aplicaría esta norma a todas las especies de mamíferos. Pero, ¿por qué el sexo debería estar determinado para los humanos por factores diferentes a los de otros mamíferos? Y si la medicina sostiene que la identidad de género determina el sexo en humanos, ¿cómo afecta esto al uso de medicamentos que tienen efectos distintos en machos y hembras? ¿De qué depende la dosis adecuada de un medicamento, del sexo del paciente o de su identidad de género? 

Pero, ¿exactamente qué es esta “identidad de género” que supuestamente es el factor médico que determina el sexo? Adkins la define como “el sentido interno de pertenencia a géneros tales como hombre o mujer”. Notad esa frasecita “tales como”, que implica que las opciones no se limitan necesariamente a hombre o mujer. Otros transactivistas admiten abiertamente que la identidad de género no tiene que estar restringida a la elección binaria de hombre o mujer, sino que puede incluir ambas o ninguna. La Asociación Americana de Psicología, por ejemplo, define la “identidad de género” como “el sentido interno de una persona de ser hombre, mujer o algo más”. 

Adkins afirma que ser transgénero no es un trastorno mental, sino simplemente “una variación normal del desarrollo”. Y asegura, además, que los profesionales médicos y de la salud mental que se especializan en el tratamiento de la disforia de género están de acuerdo con esta perspectiva. 

Catecismo transgénero 

Estas nociones de sexo y género se les están enseñando ahora mismo a los niños. Los activistas han creado con este objetivo imágenes atractivas para los niños, como la de “La persona Genderbread”. La persona Genderbread enseña que, en lo que a la sexualidad y el género se refiere, las personas tienen cinco características diferentes, cada una de las cuales cae en un punto a lo largo de un espectro. 
Está la “identidad de género” que es “cómo tú, en tu cabeza, defines tu género, basándote en cuánto te alineas (o no te alineas) con lo que tú entiendes que son las opciones de género”. La imagen enumera “4 (de infinitas)” posibilidades de identidad de género: “mujer”, “hombre” “dos-espíritus” o “genderqueer”. 

La segunda característica es la “expresión de género” que es “la manera en que representas el género, a través de acciones, vestimenta y conducta”. Además de “femenino” y “masculino”, las opciones son “butch”, “femme”, “andrógino” o “género neutro”. 

La tercera es el “sexo biológico”, definido como “las características sexuales físicas con las que naces y con las que te desarrollas, incluyendo genitales, forma corporal, tono de voz, vello corporal; hormonas, cromosomas etc. 

Las dos características finales se refieren a la orientación sexual: “atraído sexualmente por” y “atraído románticamente por”. Las opciones incluyen “mujeres/hembras/feminidad” y “hombres/machos/masculinidad”. Lo cual parece bastante binario.

La persona Genderbread trata de ubicar esas cinco características en el cuerpo: la identidad de género en el cerebro, la atracción sexual y romántica en el corazón, el sexo biológico en la pelvis y la expresión de género en todas partes. 



La persona Genderbread presentada aquí [en el artículo original] es la versión 3.3, que incorpora ajustes hechos en respuesta a las críticas a las versiones anteriores. Pero incluso esta transgrede el dogma actual. Algunos activistas se han quejado de que la Persona Genderbread parece parece demasiado masculina. 

Un error más grave a ojos de muchos transactivistas es el uso del término “sexo biológico”. La revista Time atrajo críticas por esta misma transgresión en 2014 tras publicar un perfil de Laverne Cox, “la primera persona abiertamente trans” en aparecer en una portada. Al menos los de Time se llevaron algo de mérito por tratar de ser “buenos aliados, explicando lo que muchos ven como un tema complicado” escribió Mey Rude en un artículo titulado “Es hora de que la gente deje de usar el constructo social del “sexo biológico” para defender su transmisoginia”. (Es difícil mantenerse al día con lo transgénero.) 

Pero Time fue considerada culpable de usar “una visión de la biología simplista y desfasada para perpetuar algunas ideas muy peligrosas sobre las mujeres trans” y por no poder reconocer que el sexo biológico “no es algo con lo que realmente naces, sino algo que los médicos o nuestros padres nos asignan al nacer”. 
Hoy en día, los “transaliados” que están bien considerados no usan la Persona Genderbread en sus clases, sino que optan por el “Unicornio del Género, que fue creado por Recursos Educativos para Estudiantes Trans (TSER). Tiene un cuerpo cuya forma no parece ni de hombre ni de mujer y, en lugar de “sexo biológico” pone “sexo asignado al nacer”. Son cambios significativos respecto de la Persona Genderbread, y se llevaron cabo para que la nueva imagen “representara de manera más rigurosa la distinción entre género, sexo asignado al nacer, y sexualidad”. 
De acuerdo con el TSER, “Sexo biológico es un término ambiguo que no tiene ninguna gradación ni ningún significado al margen de estar relacionado con algunas características sexuales. Daña a las personas trans. En su lugar, preferimos “sexo asignado al nacer” que proporciona una descripción más precisa de lo que sexo biológico puede querer decir”. El Unicornio del Género es una imagen que los niños probablemente vayan a encontrarse en la escuela. Estos son los dogmas que probablemente el catecismo les enseñará a profesar. 

Si bien los transactivistas afirman que hay una gama de identidades de género posibles bastante amplia – hombre, mujer, ambos, ninguno- también insisten en que la identidad de género es innata, o que se establece a una edad muy temprana y que es, por tanto, inmutable. El doctor George Brown, un profesor de psiquiatría y tres veces miembro de la junta de la Asociación Profesional Mundial de la Salud Transgénero (WPATH), declaró ante el tribunal federal de Carolina del Norte que la identidad de género “se establece normalmente a una edad temprana en la vida, hacia los dos o tres años”. Dirigiéndose al mismo tribunal, la doctora Adkins afirmó que “hay pruebas que sugieren que con seguridad la identidad de género es innata o que se fija a una edad temprana y que la identidad de género tiene una fuerte base biológica”. (En ningún momento en su prueba pericial citó ninguna fuente que avalara sus afirmaciones.) 

Contradicciones transgénero 

Si lo que se ha expuesto en este ensayo te parece confuso, no estás solo. El pensamiento de los transactivistas es inherentemente confuso y está lleno de contradicciones internas. Los activistas nunca reconocen estas contradicciones. En lugar de ello, aprovechan cualquier reivindicación que sea útil en un momento determinado.

Aquí me estoy refiriendo a los transgénero que son activistas. La mayoría de la gente que sufre disforia de género no son activistas, y muchos de ellos rechazan las exigencias de los transactivistas. Muchos de ellos podrían considerarse víctimas de los transactivistas, tal y como demuestro en mi libro
Muchos de los que sufren por el sexo de su cuerpo saben que realmente no son parte del sexo opuesto, y no quieren “transicionar”. Quieren recibir ayuda para llegar a identificarse con su cuerpo y aceptarse a sí mismos. No piensan que sus sentimientos disfóricos definan la realidad. 

Pero los transactivistas sí lo piensan. Independientemente de si se identifican como “cisgénero” o “transgénero”, los transactivistas promueven una cosmovisión altamente subjetiva e incoherente. 

Por otro lado, afirman que el auténtico yo es algo distinto del cuerpo físico, en una nueva forma de dualismo gnóstico, pero al mismo tiempo adoptan una filosofía materialista en que solo existe el mundo material Dicen que el género es meramente un constructo social, mientras que afirman que una persona puede estar “atrapada” en el género equivocado. Dicen que no hay diferencias significativas entre los hombres y las mujeres, pero dependen de rígidos estereotipos de sexo para defender que la “identidad de género” sea real, aunque la corporalidad humana no lo sea. Dicen que la verdad es cualquier cosa que una persona diga que es, pero creen que hay un yo real que esa persona tiene que llegar a descubrir en sí misma. Propugnan un individualismo expresivo radical según el cual las personas son libres de hacer lo que quieran y de definir la verdad como quieran, no obstante, tratan de imponer implacablemente la aceptación de la ideología transgénero. 

Es difícil ver cómo estas posiciones contradictorias pueden combinarse. Si tiras demasiado de cualquier hilo de la ideología transgénero, todo el tapiz se deshilvana. Pero aquí hay algunas preguntas que podemos plantear: 

Si el género es un constructo social, ¿cómo puede la identidad de género ser innata e inmutable? ¿Cómo puede la identidad de una persona en relación a un constructo social estar determinada biológicamente desde que está en el vientre materno? ¿Cómo puede la identidad de género de una persona ser inalterable (inmutable) en relación a un constructo social en permanente cambio? Y, si la identidad de género es innata, ¿cómo puede ser “fluida”? El reto para los transactivistas es ofrecer una definición plausible de género y de identidad de género que sea independiente del sexo del cuerpo. 

¿Hay binarismo de género o no? De alguna manera tanto existe como no existe, de acuerdo con los transactivistas. Si las categorías “hombre” y “mujer” son lo suficientemente objetivas como para que las personas se puedan identificar con ellas, y puedan ser hombres y mujeres, ¿cómo puede el género ser también un espectro, en el que las personas se identifican como y son ambas, o ninguna, o algo en un punto intermedio? 

Es más, ¿qué significa tener una percepción interna del género? ¿Cómo se siente el género? ¿Qué significado podemos otorgar a los conceptos de sexo o género -y, por tanto, qué percepción interna del género podemos tener- aparte de tener un cuerpo de un sexo determinado? Aparte de tener un cuerpo de macho, ¿cómo se “siente” el ser hombre? Aparte de tener un cuerpo de hembra, ¿ cómo se siente el ser mujer? ¿Cómo se siente ser a la vez hombre y mujer, o ambos, o ninguno? El reto para los transactivistas es explicar cómo son estos sentimientos, y cómo puede alguien (él o ella) saber si se siente del sexo opuesto, de ninguno, o de ambos. 

Incluso si los transactivistas pudieran contestar estas preguntas sobre sentimientos, seguiría sin abordarse la cuestión de la realidad. ¿Por qué debería el sentirse como un hombre -signifique esto lo que signifique- convertir a alguien en hombre? ¿Por qué nuestros sentimientos determinan la realidad en la cuestión del sexo pero en poco más? Nuestros sentimientos no determinan nuestra edad o nuestra altura. Y muy poca gente se cree lo que dice Rachel Dolezal de que se identifica como mujer negra, ya que claramente no lo es. Si aquellos que se identifican como transgénero son del sexo con el que se identifican, ¿por qué esto no se aplica a otros atributos o categorías del ser? ¿Qué pasa con la gente que se identifica como animales, o personas sin discapacidades que se identifican como discapacitadas? ¿Todas estas identidades auto-procesadas determinan la realidad? Y si no, ¿ por qué no? ¿Estas personas deberían recibir tratamiento médico para transformar sus cuerpos para que se correspondan con sus mentes? ¿Por qué aceptar la “realidad” transgénero, pero no la trans-racial, la trans-especie y la trans-capacidad? El reto para los transactivistas es explicar por qué el sexo “real” de una persona está determinado por su “identidad de género”, pero la edad, la altura, la raza y la especie no están determinadas por el mismo sentido interno de la identidad. 

Naturalmente, un transactivista podría replicar que la “identidad”, por definición, no es más que un sentido interno del yo. Pero si este es el caso, la identidad de género es una mera revelación de cómo se siente uno, por lo que decir que alguien es transgénero solamente implica que esta persona tiene el sentimiento de ser del sexo opuesto. La identidad de género así entendida no tiene ninguna relación en absoluto con el significado de “sexo” o con cualquier otra cosa. 
Pero los transactivistas afirman que la identidad de género que posee una persona es el sexo de esta persona. El reto para los transactivistas es explicar por qué el mero sentirse hombre o mujer (o ambos o ninguno) convierte a alguien en hombre o mujer (o ambos o ninguno). 

La identidad de género puede sonar bastante como una identidad religiosa, que está determinada por creencias. Pero estas creencias no determinan la realidad. 
Alguien que se identifica como cristiano cree que Jesús es Cristo. Alguien que se identifica como musulmán cree que Mahoma es el último profeta. Pero o Jesús es Cristo o no lo es; o Mahoma es el último profeta o no lo es, independientemente de lo que cualquier persona crea. Del mismo modo, o una persona es un hombre o no lo es, independientemente de lo que a cualquiera -incluyendo esa persona- le dé por creer. El reto para los transactivistas es exponer un argumento que explique por qué las creencias transgénero determinan la realidad. 

Determinar la realidad es el quid de la cuestión, y aquí también encontramos contradicciones. Por un lado, los transactivistas quieren que la autoridad de la ciencia avale sus argumentos metafísicos, dicen que la ciencia ha demostrado que la identidad de género es innata e inalterable. Por otro lado, niegan que la biología sea destino, insisten en que las personas son libres de ser lo que quieran ser. ¿Cuál es la válida? ¿Está nuestra identidad de género determinada biológicamente y es inmutable, o es auto-creada y mutable? Si es la segunda, ¿cómo podemos dar cuenta de las personas cuya identidad de género cambia a lo largo del tiempo? ¿Tienen una percepción del género equivocada en algún momento u otro? Y si la identidad de género la crea uno mismo, ¿por qué otras personas tienen que aceptarla como si fuera la realidad? Si deberíamos ser libres para escoger nuestra propia identidad de género, ¿por qué pueden algunas personas imponer su idea de realidad sobre los demás solo porque se identifiquen como transgénero? El reto para los transactivistas es articular alguna concepción de la verdad como base para explicar cómo entendemos el bien común y cómo debería organizarse la sociedad. 

Tal y como documento en profundidad en Cuando Harry se convirtió en Sally, los argumentos de los transactivistas son confusos porque son filosóficamente incoherentes. Los transacitivstas dependen de argumentos contradictorios que necesitan para hacer avanzar su posición, pero su ideología sigue evolucionando de forma que incluso los aliados y las organizaciones LGBT pueden quedarse atrás mientras el “progreso” continua. En el centro de la ideología se encuentra la declaración radical de que los sentimientos determinan la realidad. De esta idea nacen exigencias extremas para conseguir que la sociedad les siga el juego en reivindicar la realidad subjetiva. Los ideólogos trans ignoran las pruebas contrarias y los intereses en conflicto; denigran las prácticas alternativas; y pretenden acallar las voces escépticas y acabar con cualquier discrepancia. El movimiento tiene que seguir remendando, poniendo parches y apuntalando sus creencias, controlando a sus feligreses, coaccionando a los herejes, castigando a los apóstatas, porque tan pronto como sus feroces esfuerzos decaigan por un momento o alguien tenga éxito en enfrentarse a ellos, la farsa habrá quedado expuesta. Esto es lo que pasa cuando tus dogmas se oponen a verdades obvias, básicas, cotidianas. Un futuro transgénero no es el “lado bueno de la historia”, pero los transactivistas han convencido a los sectores más poderosos de nuestra sociedad de prestar atención a sus exigencias. Si bien lo que afirman es completamente falso, prevenir la expansión de estas ideas dañinas llevará mucho trabajo. 

Ryan T. Anderson es fundador y editor de Public Discourse. Es autor de Cuando Harry se convirtióen Sally: respondiendo al movimiento transgénero, del que se ha adaptado este ensayo.

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